¿Has oído hablar que actualmente las cosechas empiezan antes que hace unos años? ¿O que los almendros florecen muy temprano, aún en pleno invierno?
El sector de la alimentación y principalmente el sector agrario están íntimamente relacionados con el clima y las condiciones meteorológicas, por lo que es evidente que las alteraciones en el clima y la crisis climática van a tener, y ya tienen, repercusiones en la producción de alimentos. En muchos lugares del mundo esto puede significar una crisis alimentaria por la inestabilidad en el abastecimiento alimentario.
La acentuación de fenómenos extremos, ya sean inundaciones, sequías, olas de calor, heladas tardías…pueden ocasionar serias perturbaciones en la producción, especialmente en momentos críticos de los cultivos.
La producción de alimentos también contribuye a la crisis climática. Por ejemplo, en España en 2017 el 12% de las emisiones de gases de efecto invernadero procedieron del sector agrícola. Sobre todo estas emisiones se producen por la fertilización y el uso de combustibles fósiles para la producción intensiva de alimentos.
Así, aunque pueda parecer extraño, el sector agrícola contribuye y se ve afectado a la vez por la crisis climática. Es por eso que la crisis climática representa uno de los principales retos del sector de la alimentación, tanto a nivel de adaptación a los cambios que se están produciendo y que repercuten en la producción, como en ser capaces de producir de forma más sostenible.
En De la Conca somos conscientes de ello y es por eso que hemos emprendido varias acciones para hacer frente a la crisis climática.
- La primera es intentar ofrecer productos bajos en emisiones. Esto lo hacemos ofreciendo productos de origen vegetal y en envases eco-diseñados. Pero además compensamos aquellas emisiones que inevitablemente generamos por el sistema económico en el que vivimos actualmente.
Cabe tener en cuenta que el sector agrario tiene capacidad de actuar como sumidero, es decir, de captar CO2 de la atmósfera. Esto se produce mejorando por ejemplo la gestión del suelo, reduciendo las labores de la agricultura intensiva u optimizando la fertilización de los campos, pero también gestionando ecosistemas ricos en biodiversidad.
Cuando optamos por compensar nuestras emisiones no solo estamos neutralizando nuestro impacto, sino que colaboramos en crear ecosistemas más fuertes frente a la crisis climática.